Mephistón es el Bibliotecario Jefe de los Ángeles
Sangrientos y mano derecha de Dante en el mando del Capítulo.
Es el único Ángel Sangriento de la historia que ha superado la Rabia Negra, a base de pura
fuerza de voluntad.
Mephistón era antaño el hermano Calistarius, Bibliotecario de un valor excepcional y un gran
carácter; miembro de la 1ª Compañía de Exterminadores de los Ángeles Sangrientos.
Participó de forma notable en el asalto al Pecio Espacial Pecado de Condenación,
consiguiendo detectar un importante Grial reliquia del Capítulo; y, mientras
luchaba ante los muros de la Colmena Hades en la Segunda Guerra por Armageddon, la
maldición de Sanguinius se
apoderó de él. La Rabia
Negra no distingue a aquellos que son nobles de alma. Reclutado por la Compañía de la Muerte,
Calistarius participó en el asalto final al edificio del Ecclesorium, siendo uno
de los muchos Marines Espaciales que quedaron atrapados
tras caer derrumbado el edificio.
Por siete días y siete noches Calistarius permaneció sepultado, con su mente
enfebrecida rayando en la locura y su cuerpo destrozado al borde de la muerte.
En lo más profundo de la locura provocada por la Rabia Negra, Mephistón revivió
la agonía final del Primarca agonizante. Pero no sucumbió, y su enorme
fuerza de voluntad le ayudó a hacer frente a la furia incontrolable que le
carcomía. Con un esfuerzo supremo expulsó la Rabia Negra, y al hacerlo se tornó
un ser diferente al que era antes. A la medianoche del séptimo día Calistarius
emergió de su prisión rocosa convertido en Mephistón, el Señor de la Muerte.
Sin embargo, su resurrección no pasó inadvertida. En ésa época Hades estaba en manos del
Imperio, pero los Orkos seguían acechando en sus ruinas. Cuando
Mephistón se liberó de su tumba, levantando en el proceso enormes peñascos de
ferrocemento, el estruendo atrajo la atención de un grupo de pielesverdes.
Desarmado y con su armadura destrozada, Mephistón podía haber parecido una
presa fácil, pero nada estaba más lejos de la verdad. Su semilla
genética, que permaneciera latente durante muchos años, había despertado por
fin para causarle grandes cambios que le proporcionaron una fuerza y un vigor
excepcionales. Moviendose a una velocidad que los Orkos no podían igualar,
Mephistón destaó una ráfaga de ataques que pulverizaron la carne y rompieron los
huesos de sus atacantes. Cinco Orkos murieron en escasos segundos, y al poco
tiempo cayó una docena más. Los pielesverdes no tuvieron una sola oportunidad;
pese a que eran obstinados, Mephistón lo era todavía más.
Finalmente, cuando el ángel renacido golpeó con sus manos el pecho del Orko
más grande y lo atravesó extrayéndole el corazón, el resto se dió a la fuga. Con
su servoarmadura rota
chorreando de sangre enemiga, Mephistón empezó a caminar de vuelta hacia las
líneas imperiales.
Desde su resurrección, Mephistón ha ascendido rápidamente en las filas de los
Ángeles Sangrientos, y ahora ostenta el cargo de Bibliotecario Jefe. Mephistón es una figura
que inspira terror y a la que los Ángeles Sangrientos miran con una
mezcla de miedo y admiración. Con una breve y terrible mirada de sus ojos
hipnotizadores logra penetrar hasta lo más hondo del alma tanto de sus amigos como de sus enemigos.
Los Ángeles Sangrientos lo consideran el
hijo espiritual del Primarca Sanguinius y representa una gran esperanza para todo
el Capítulo, ya que él fue el
primero que superó la agonizante experiencia de la Rabia Negra.
Muchos de sus hermanos lo consideran el salvador en épocas de aflicción; pero
otros no lo aceptan tan fácilmente, porque les cuesta reconocer en Mephistón al
antiguo Calistarius. Calistarius tenía un temperamento voluble, mientras que
Mephistón suele permanecer en silencio salvo en épocas de gran necesidad.
Calistarius buscaba la compañía de sus hermanos en el campo de batalla, mientras
que Mephistón pasa horas en soledad con sus pensamientos, y su rostro, aunque
noble, sigue reflejando que su alma no está en paz. Quizás estos cambios eran
inevitables, consecuencia del proceso de transformación mismo.
Corren rumores de que Mephistón pagó un alto precio por su resurrección, de
que cuando logró dominar la Rabia Negra, algo aún peor ocupó su lugar. Aunque
los Ángeles Sangrientos creen que dichos rumores son infundados, el propio
Mephistón les da alas al mantenerse en silencio y comportarse con tanto
secretismo. Sólo el tiempo acabará por desvelar la verdad...
Los Ángeles Sangrientos se esfuerzan en imitar su valerosa fuerza de voluntad
con la esperanza de que también lleguen algún día a superar la terrible
maldición que pesa sobre ellos.
El Príncipe
Demonio M'kar el Renacido atrapa al Bibliotecario
Jefe Mephistón en las cavernas cristalinas de Solon V, e intenta atraerlo al
bando de los Renegados, acusándole de que de hecho ya está metido en el camino
hacia la perdición y la conversión demoníaca. Rechazando los viles engaños de
M'kar, Mephistón destruye a su captor, pero no antes de que un sudor frío y una
sombra de duda se abran camino hacia su corazón.
En el año 992.M41, el Bibliotecario Jefe Mephistón parte hacia el Mundo Colmena Hollonan en
respuesta a su petición de ayuda al mando de la fuerza de combate Sanguinatus.
Lo que en un principio parecía una mera rebelión ciudadana resulta ser una
infestación Genestealer
profundamente enraizada. Las tropas de Mephistón erradican a los parásitos
alienígenas de Hollonan, pero ya es demasiado tarde: las naves de una fuerza
incursora Genestealer perteneciente a una Flota Enjambre Kraken entran en el
sistema. Reconociendo que sus fuerzas no serán capaces de contener un ataque Tiránido de tal magnitud,
Mephistón toma el mando de Hollonan y envía una petición de asistencia al
distante mundo de Baal y hacia Coinal, el cercano planeta capitular de los
Ángeles Bermejos.
Las batallas subsiguientes en las profundidades de Hollonan colman incluso
las ansias de batalla de los Ángeles Sangrientos. El primer ataque Tiránido
neutraliza las baterías de defensa planetaria y de cañones automatizados. El
segundo ataque aniquila la cadena de anticuados aunque vitales acumuladores de
fusión que proveen de energía a Hollonan. El resultado es una aterradora batalla
por la supervivencia subterránea, en las tripas de las Colmenas de Hollonan. Los Ángeles Sangrientos de
Mephistón se ven forzados hasta el límite, liderando a la fuerza de defensa del
planeta contra la interminable horda de Termagantes, Mantifexes y Carnifexes.
Las fuerzas de la Humanidad sólo se ven capaces de aguantar sus posiciones
allí donde Mephistón en persona está combatiendo. En las dos semanas siguientes,
el Bibliotecario demuestra su poderío una y otra vez, liderando a todas horas y
desde la primera línea la lucha contra los alienígenas, sin jamás dormir o ni
tan siquiera tomarse un descanso, aún cuando sus Hermanos de Batalla están
exhaustos. Las hazañas llevadas a cabo por Mephistón en esta campaña son
legendarias. En la Capilla del Reposo del Emperador, convierte a un Cárnifex en
rezumantes trozos de biomateria con sus propias manos. Durante seis horas
consecutivas aguanta sin ayuda la derruida entrada hacia la planta de filtrado.
Y en las horas finales de la terrible invasión, se abre paso por sí solo a
través de la progenie que está encabezando el asalto, para eliminar al Tirano de
Enjambre y a toda su guardia personal, antes de ser finalmente abatido por
un Trigón.
En vez de suponer un mazazo moral para los defensores, la caída de Mephistón
les hace renovar esfuerzos; aunque agotados, los Ángeles Sangrientos y los
guerreros de Hollonan logran sobrevivir hasta la llegada de refuerzos.
Como ángeles vengadores, las Compañías de refresco de los Ángeles
Sangrientos y los Ángeles Bermejos descienden de los cielos en Cápsulas
de Desembarco y en Cañoneras Stormraven. Pero no están
solos. Los Eldars de Ulthwé, comandados por el Vidente Eldrad Ulthran, lanzan un asalto planetario
conjunto con los Marines Espaciales, luchando del lado de la Humanidad por sus
propias y enigmáticas razones. Los Tiránidos se ven rodeados por los tres
ejércitos que les atacan de forma coordinada, y son aniquilados. Eldrad Ulthran
permanece en el planeta el tiempo justo para ver como Mephistón es sacado de
entre las ruinas, horriblemente herido pero vivo; la segunda resurrección de su
carrera, que aumentará aún más su leyenda entre los Ángeles Sangrientos.
Durante el horrendo caso de la corrupción de Arkio, fue Mephistón quien en último término llegó para
juzgarlo.
Lo hizo usando su visión bruja sobre él. Pudo ver la semilla del Caos que tan cuidadosamente había plantado y
escondido Stele en el interior de Arkio, y quedó
sorprendido al ver a Arkio empuñando la Lanza de Telesto; aún así siguió sin estar
convencido y proclamó que Arkio era falso elegido y que Stele era un hereje. Mephistón desafió a Arkio a un
duelo, ya que estaba escrito en el Libro de los Señores de Baal que el Puro
podría derrotar a todo aquel guerrero que se enfrentara a él. El duelo estaba a
punto de iniciarse cuando Rafen, que había
sobrevivido a los intentos de asesinarle por parte de los Guerreros del
Renacido, apareció, y Mephistón estuvo de acuerdo en cederle su puesto en el
duelo. Aunque Arkio tenía la inhumana fuerza que le habían concedido sus
mutaciones, Rafen tenía mucha más experiencia. Durante la pelea Arkio intentó
usar el poder de la Lanza contra Rafen del mismo modo en que lo había empleado
contra los Portadores
de la Palabra, pero el arma no podía dañar a alguien que portara el código
genético de Sanguinius en sus
venas, lo que permitió a Rafen provocar una seria herida en una de las alas de
Arkio. Anonadado, Arkio huyó mientras que sus guerreros y los de Mephistón se
lanzaban los unos sobre los otros en combate (algo que Stele exacerbó al matar
psíquicamente a Sachiel, culpando a Mephistón del hecho).
Cuando los Portadores
de la Palabra aparecieron de repente en el campo de batalla, Mephistón
reveló que había ordenado al Europae que destruyera Sabien con torpedos
ciclónicos si fracasaban en detener a los seguidores de Arkio; Rafen
insistió en que podía y debía detener a su hermano, por lo que ordenó que le
dieran un retrorreactor para que pudieran combatir en
igualdad de condiciones.
Finalmente Rafen venció y los restos de Arkio fueron quemados en una pira.
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