lunes, 10 de septiembre de 2012

Lemartes

El Capellán Lemartes cayó víctima de la Rabia Negra en plenos preparativos para la liberación de Hadriath XI. A diferencia de otros guerreros de la Compañía de la Muerte, que habían operado como punta de lanza de la invasión planetaria y habían perecido, él sobrevivió y se abrió un imparable camino de sangre a través de las líneas defensivas Orkas. Sólo tras acabar la batalla, Lemartes se relajó lo bastante como para derrumbarse presa de sus heridas. De inmediato fue llevado al Apothecarion de campaña que los Ángeles Sangrientos habían instalado en el interior de la fortaleza capturada, a esperar allí la llegada de Astorath el Redentor de los Perdidos, y recibir de su mano la redención final.
Sin embargo, cuando Astorath se presentó ante él para darle muerte, Lemartes le pidió vivir a fin de poder azotar a los enemigos del Emperador durante todo el tiempo que le fuera posible. Jamás se había oído una demanda de ese tipo, pero aunque los ojos de Lemartes estaban inyectados en sangre y sus músculos agarrotados por la furia, su voz hablaba con claridad y convencimiento. La mayoría de miembros de la Compañía de la Muerte suelen estar tan trastornados cuando Astorath llega para cumplir su cometido, que el Redentor de los Perdidos se ve obligado a combatir con ellos para poder darles muerte. En cambio, Lemartes acababa de desafiarle con una lucidez nunca antes vista. Astorath, ante la sorpresa y oposición verbal de todos los presentes, ordenó que el Capellán fuera puesto en éstasis y devuelto a Baal hasta que los Bibliotecarios y Sacerdotes Sanguinarios pudiesen examinado a fondo.
Dicha investigación se prolongó durante meses, en los que Lemartes fue casi siempre mantenido en el gélido abrazo del éstasis por cuestiones de seguridad. Sin embargo, los resultados de las pruebas reforzaron las esperanzas de Astorath. No cabía duda de que Lemartes estaba aquejado de Rabia Negra, pero por sorprendente que fuese, su mente no se había dejado arrastrar por la locura. Haciendo gala de una increíble fuerza de voluntad, el Capellán parecía ser capaz de mantener su enajenación bajo control. Numerosos Sacerdotes Sanguinarios argumentaron que aquel no era más que un momentáneo lapso de lucidez, y que cuando Lemartes fuese definitivamente sacado del éstasis sucumbiría en un irreversible pozo de locura homicida. Astorath, en cambio, no estaba tan seguro de ello, y se negó a matarlo tal como le pedían algunos. En lugar de eso lo despertó de su sueño inducido y le ofreció un modo de seguir sirviendo al Emperador.
Y así fue que Lemartes se convirtió en el Guardián de los Perdidos, el custodio de la Compañía de la Muerte. A lo largo de estos años ha pagado multiplicada por mil la deuda de fe que contrajo con Astorath, ya que la Compañía de la Muerte nunca había sido una fuerza de combate tan potente y gloriosa como ha llegado a serlo bajo su mando. Lemartes lidera a sus tropas más allá del límite de sus fuerzas, asegurando que su sacrificio jamás sea en vano. Al término de la batalla, Lemartes será puesto en éstasis una vez más hasta que su talento para matar enemigos vuelva a ser requerido semanas o meses después. Para él ya no existe nada parecido a "la calma tras la tormenta". Su vida no es más que una batalla constante, ya que sólo es despertado para combatir, y vuelto a dormir cuando no es necesario que lo haga.
Sin duda Lemartes está viviendo con "tiempo prestado", ya que es improbable que pueda mantener la Rabia Negra a raya de forma indefinida. No obstante, por el momento aguanta, y se ha convertido en un símbolo de esperanza para un Capítulo que se desliza lentamente hacia la oscuridad. Después de todo, si él es aún capaz de servir a los Ángeles Sangrientos pese a la maldición que le corroe el alma, quizás otros puedan seguir su ejemplo.
El Capellán Lemartes es una figura con gran influencia entre los combativos Ángeles Sangrientos y dirige a la batalla a todos aquellos que han sucumbido a la Rabia Negra. Lemartes está afectado por la maldición, aunque es capaz de controlar y dirigir su furia gracias a su fuerza de voluntad sobrehumana.
Su autoridad solo puede ser igualada por el propio Comandante Dante; y tal es el respeto que le dispensan sus hermanos que es capaz, con una sola palabra, de contener la sed de sangre incluso de aquellos individuos afectados por la Rabia Negra.
Equipado con retrorreactores y su terrorífica Mascara de la Devoción, es la representación de la perdición de sus enemigos, una pesadilla a la que enfrentarse, el recipiente de su contenida furia. Además, se dice que su Crozius Arcanum fue portado por el primer Gran Capellán del Capítulo.
Ha visto caer presa de la Rabia Negra a muchos buenos amigos y camaradas, como su gran amigo el Capitán Erasmus Tycho, y es un peso muy grande que debe soportar él solo, con una entereza que lo hace un digno ejemplo para sus hermanos.

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