martes, 9 de octubre de 2012

La Tormenta del Caos

Como en el pasado, se ha alzado un nuevo paladín de los Dioses Oscuros para ponerse al mando de los ejércitos del Caos. En el presente año de 2522, Archaón, el Señor del Fin de los Tiempos, ha reunido un ejército como nunca se ha visto desde la Gran Guerra contra el Caos y se ha abierto paso violenta y rápidamente en dirección al centro del Imperio. Decidido a destruir el Imperio y todo lo que este representa, su ejército se dirige hacia la ciudad de Middenheim, el mayor bastión de todo el Viejo Mundo.
Los primeros elementos de las huestes de Archaón, liderados por Surtha Lenk, asaltaron las heladas tierras de Kislev y continuaron avanzando hacia el Sur hasta llegar al Imperio. En torno a la ciudad de Wolfenburgo se libró una gran batalla, pero, a pesar de la férrea defensa del ejército de Hochland, los sirvientes del Caos lograron la victoria y saquearon la ciudad. El ejército fue finalmente detenido en Mazhorod, pero no sin antes causar grandes pérdidas. Durante un tiempo pareció que se había logrado capear la tormenta. Así fue hasta que llegaron malas noticias procedentes del Norte. Aquella no era la hueste de Archaón, sino tan solo una vanguardia del inmenso contingente que todavía estaba por llegar.
El Imperio no solo se ve acechado por el Norte. Al Este, al otro lado de las Montañas del Fin del Mundo, una horda de guerreros kurgan se prepara para lanzar su ataque. Esta horda de bárbaros liderada por Vardek Crom, conocido como el Conquistador y autoproclamado "Heraldo de Archaón", está preparada para cruzar el Paso de los Picos y caer sobre la gente de Stirland y Averland para incendiar sus hogares y derramar su sangre.
Tal y como estaba escrito, cuatro guerreros se han alzado para actuar como los lugartenientes de Archaón, cada uno de ellos al mando de un poderoso ejército con el que propiciar que el mundo se acerque cada vez más al fin de los tiempos. Haargroth el Sangriento, un poderoso paladín de Khorne que empezó como un joven granjero y que ha alcanzado una posición de elevado privilegio bajo la atenta mirada del Dios de la Sangre. Feytor el Corrompido, paladín de Nurgle cuya aldea recibió el azote de la plaga y, al ser el único no afectado por ella, abrazó el culto de su pestilente salvador. Styrkaar de los sortsvinaer, predilecto de Slaanesh, el Príncipe Negro, un rey norse cuyo pueblo se rinde a sus pies para adorarlo y glorificarlo. Por último, Melekh el Transformador, con su vástago mutante Cyspeth, el elegido del gran Tzeentch que eliminó al chamán Aesling de su tribu para conducir a su gente junto a Archaón.
Para reducir Middenheim a cenizas, Archaón ha forjado un pacto secreto con el Caudillo de los Hombres Bestia Khazrak el Tuerto, conocedor de la región. A cambio de la ayuda de Khazrak, Archaón le ha prometido la posibilidad de asesinar al Elector de Middenheim, Boris Todbringer.
El objetivo de Archaón no es tan sólo acabar con el Imperio y con Sigmar, Archaón esta vez tiene un objetivo mayor. Quiere destruir a Ulric, el mismísimo dios de Sigmar, por ello se dispone a asaltar y arrasar Middenheim. Sigmar fue coronado primer emperador por el sumo sacerdote de Ulric en el gran templo de Middenheim. Allí arde la eterna llama de Ulric, que apareció del suelo en el punto donde el dios golpeó la montaña con su enorme puño. Según se dice, dicha llama es capaz de distinguir a los fieles de los impuros y, si se apagara algún día, el mundo se vería sometido a un invierno sin fin. Archaón pretende asaltar Middenheim para lograr entrar en el gran templo de Ulric. Desea erguirse sobre la llama eterna y corromperla con su propio cuerpo sabiendo que los Dioses Oscuros lo protegerán de cualquier daño. Así extinguiría la llama y propiciaría el fin de los tiempos, la gran era de guerra y muerte que precedería a la victoria final de los dioses del Caos.
 Durante la primavera anterior al momento en que la Horda de Archaón cayera sobre Middenheim con todo su peso, poco después de la victoria del Imperio contra Surtha Lenk en Mazhorod, el Emperador Karl Franz convocó una reunión de los gobernantes del Imperio que llegó a conocerse como el Cónclave de la Luz.
Los electores, los líderes de las iglesias de Sigmar y Ulric y los comandantes de los ejércitos del Imperio discutieron los varios cursos de acción que podían seguir. Hablaron con los emisarios de Kislev y con los de los Enanos. Sin embargo, no podían ponerse de acuerdo en cuál era la mejor forma de hacer frente al peligro del Norte. Se enviaron mensajeros a Bretonia para pedir ayuda y el Cónclave aguardó la opinión del Emperador.
El asunto se zanjó con la llegada de Teclis, el alto mago élfico y fundador de los Colegios de la Magia. Su consejo fue atacar a la horda del Caos y prometió enviar todo el potencial militar del que los Elfos pudieran permitirse prescindir en la guerra contra sus hermanos en Ulthuan y enviar al Mar de las Garras a los navíos dragón y halcón de la flota de Lothern, al mando del Señor de los Mares Aislinn a proteger las costas del Norte del Imperio. Los Enanos juraron defender los pasos orientales y los kislevitas regresaron a la corte de la Reina del Hielo tras prometer ayuda militar.
Y así fue como Karl Franz, el mayor hombre de estado que ha gobernado el Imperio, forjó una gran alianza y puso en marcha el plan con el que reunir el ejército más grande nunca visto en el Viejo Mundo en 200 años.

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