miércoles, 4 de julio de 2012

Annelys, la Doncella Espectral

La criatura no muerta conocida como Annelys fue antaño una virtuosa y devota sacerdotisa de la Dama del Lago, dedicada a la oración y a la sanación de aquellos que necesitasen sus artes. La leyenda cuenta que un caballero en busca del Grial se alojó en su humilde santuario una noche, y sedujo a la virginal doncella. Cuando llegaron las luces del alba, Annelys despertó en su jergón de paja y sintió el frío de la ausencia del caballero. El hombre que la había poseído se había marchado, dejando sólo su espada entre las sábanas vacías. La sacerdotisa derramó amargas lágrimas por su caballero, y por haber quebrado sus votos.

Annelys tenía un vacío en su alma que nada era capaz de llenar. La comida le sabía a ceniza, y sus labios jamás volvieron a curvarse en una sonrisa, al tiempo que, en su vientre, se gestaba la semilla que el caballero había plantado. Al haber roto su juramento, sus poderes sanadores se desvanecieron, y las gentes de la aldea comenzaron a desconfiar de ella. Primero sólo eran malas palabras susurradas discretamente, pero pronto la ira popular fue en aumento. La arrojaban piedras y excrementos, y la gritaban "bruja". Cuando dio a luz a su vástago nadie acudió a ayudarla, pues la consideraban maldita.

Los ancianos de la aldea se reunieron y decidieron poner fin a la blasfemia quemando al niño fruto del pecado y a su madre en una pira, para que el fuego purificase a la doncella mancillada y al blasfemo fruto de su vientre. Pero una mujer de la villa se apiadó del bebé y se lo llevó lejos, para que no sufriese daño.

Mientras las llamas lamían la piel de Annelys, esta comenzó a entonar una triste balada que se oía por encima del crepitar de la inmensa hoguera. La piel ardió, la carne se consumió, y podían verse los ennegrecidos huesos de Annelys entre las llamas, pero la canción no cesaba. Las gentes de la aldea que observaban el espectáculo horrorizados se habían quedado quietos en el sitio, mudos e incapaces de moverse, atados al lugar por el poder de la balada de Annelys. Finalmente, el cráneo chamuscado de la doncella emitió un chillido espeluznante y cayó entre las cenizas. En un instante, todos los presentes, los que la habían condenado a las llamas, envejecieron. Sus cabellos se tornaron blancos y quebradizos, su piel se llenó de manchas y arrugas, sus ojos se volvieron turbios y legañosos, y sus huesos ya no fueron capaces de mantenerlos en pie. Parecía como si hubiesen pasado cien años en un instante. Los cuerpos cayeron al suelo y se descompusieron en cuestión de segundos, hasta que los mismos huesos se transformaron en polvo.

De los restos de la hoguera surgió una figura espectral ataviada con una túnica que despedía un brillo azulado. Tomó con sus dedos etéreos la espada del caballero del cual nunca había conocido el nombre y aulló al cielo. Se juró que no descansaría hasta encontrar a su hijo perdido, y hasta que todos los caballeros del Reino de Bretonia estuviesen muertos, igual que la habían matado a ella. El reino de Bretonia conocería su venganza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario